jueves, 22 de junio de 2017

Reseña: La estación de la calle Perdido

Titulo: La estación de la calle Perdido. Bas-Lag I
Autor: China Miéville
Editorial: Nova
Precio: 25 €
Páginas: 832

SINOPSIS

La metrópolis de Nueva Crobuzon se extiende desde el centro del mundo. Humanos, mutantes y razas arcanas malviven en la penumbra bajo sus chimeneas, donde el río se trona viscoso por los afluentes artificiales, donde las fábricas y fundiciones amartillan la noche. Durante más de mil años, el Parlamento y su brutal milicia han gobernado una vasta economía de obreros y artistas, espías y soldados, magos, yonquis y prostitutas. Pero acaba de llegar un extraño con el bolsillo lleno y una demanda imposible. De forma torpe, algo imposible es liberado. 

RESEÑA

Una mirada al futuro de la fantasía.

Quizá no sea la definición más acertada que se pueda dar a La estación de la calle Perdido, pero considero que es la que mejor se adapta a esta primera parte de la trilogía Bas-Lag.

Con esa mirada al futuro no me refiero a que sea una novela de ficción, no. Más bien, Miéville responde a una pregunta que muchos aficionados al género nos hemos hecho, casi seguro, en más de una ocasión, ¿por que no hay un avance en la sociedad?

Mundos con magos, con dioses, con criaturas de enorme poder, siguen anclados en una edad media caso perpetua. Parece que en las obras de fantasía, el máximo avance social al que uno puede aspirar consiste en ser un noble vasallo o usar una espada. China Miéville avanza, rompe lo habitual, lo esperado, sitúa su narración en un ambiente industrial, en una ciudad donde mezcla diversos ambientes: steampuk, social, mágico, onírico... creando un cóctel único al que es imposible no engancharse.

El escenario también deja de ser el habitual en la fantasía. Los palacios, bosques o fortalezas imposibles dejan paso a Nueva Crobuzón. Una ciudad que rebosa vida, dotado de una asombrosa realidad. Con sus barrios, sus distritos, bajos fondos y políticos despiadados y opresivos, sus propias leyes y su particular lucha de clases. Una ciudad que respira y que termina por convertirse en un personaje más de la historia.

En uno de sus barrios reside Isaac Dan der Grimnebulin, un científico, un investigador proscrito que realiza sus estudios y pruebas en un almacén que le sirve de laboratorio. En las primeras páginas de presentación de Isaac, se introduce otro giro del género con la, inevitable por otra parte, presencia de otras razas. Aunque nada de los habituales elfos, enanos u orcos, no.

Isaac es amante de Lin, una khepri, raza donde las mujeres poseen una piel de un tono rojizo y su cabeza es un escarabajo. Como suena, a semejanza del dios egipcio que les da nombre, las khepri son mujeres con cabezas de insecto. Choca de entrada, lo se, me pasó lo mismo a leerlo. Miéville no da explicación a su origen, no aclara su evolución, no revela prácticamente nada de entrada. Simplemente son, simplemente están. Lo tomas o lo dejas.

Como recomendación, os aconsejo que lo toméis.

La khepri no son las únicas criaturas singulares que habitan Nueva Crobuzón. A lo largo de los capítulos pasarán los rehechos, hombres y mujeres en su mayoría cuyos cuerpos han sido remodelados con magia de la carne de formas casi imposibles, tanto como por capricho como por efecto de una aberrante parodia de justicia. Los vodyanoi, raza acuática con la habilidad de manipular o dar forma al agua. O los garuda, aves con forma humana, cazadores y guerreros que suelen vivir y volar fuera de la ciudad.

Será uno de estos garuda el que llegue a la ciudad en busca de Isaac. Yagharek ha perdido sus alas, un castigo impuesto por los suyos. La petición que hace a Isaac es sencilla, poder volver a volar. Todo un reto para Isaac, y también una oportunidad para sus investigaciones. Lin, por su parte, es una artista, una escultora de gran talento que recibe un encargo igualmente singular. El rey de los bajos fondos requiere su tiempo y sus habilidades, quiere una escultura que muestra su aspecto nacido de la más improbable pesadilla.

La primera parte de la novela discurre entre ambos trabajos, ampliando ocasionalmente las partes que conocemos de la ciudad, sus entrañas, como funciona, como rige y gobierna el Parlamento y como los ciudadanos luchan por sobrevivir, por temor a una justicia tan directa y cruda como aleatoria.

Esta estructura de investigación, de presentación de lugares y personajes, cambia radicalmente cuando una de las investigaciones de Isaac sale mal, uno de sus especímenes, una especie de polilla de grandes proporciones, escapa, mostrando una capacidad de caza sobrenatural, letal, y un hambre voraz.

La ciudad se convierte en un coto de caza cuando libera a sus cuatro hermanas. Las fuerza de la milicia son incapaces de hacerles frente, y cada noche se alimentan de los ciudadanos, dejando tras de si cuerpos reducidos a cascarones babeantes sin mente ni consciencia. El alcalde la ciudad se ve obligado a hacer pactos con seres aún más poderosos para darles caza, y el propio Isaac toma la decisión de reparar sus actos, de resolver sus errores y de acabar con los depredadores que ha liberado en su ciudad.

Con la ayuda de sus amigos, y de aliados irreales y casi sobrenaturales, escapando de matones y milicias. La lucha se convierte en una carrera contra el tiempo, para impedir que las polillas se propaguen se apareen y conviertan Nueva Crobuzón en su despensa particular.

VALORACIÓN FINAL: 8/10

Una absoluta maravilla, toda una sorpresa de esas que no te esperas pero que te dejan completamente satisfecho. Mi primera aproximación a la obra de Miéville lo ha situado como uno de los autores de referencia en el género, en alguien al que hay que leer y disfrutar. 

La estación de la calle Perdido es una obra original, tanto por su planteamiento como por su desarrollo. El autor coge un poco de aquí y de allá: steampunk, ambiente victoriano, una pizca de ciencia ficción, algo de Lovecraft y de critica social y de clases. Rompe los esquemas, los moldes, da una vuelta de tuerca a lo más clásico del género y lo transforma por completo.

Quizá lo menos innovador sean las tramas, dar caza a un enemigo que es prácticamente invencible, reducidas la de Yagharek y Lin a meros macguffin con los que hacer avanzar la historia, resueltas de manera no muy convincente y en apenas una página o dos. La estructura no deja de ser su propia visión retorcida del monomito, cumpliendo muchos de sus pasos, pero también de una forma distinta a lo habitual.

Al final, el gran protagonista es la ciudad de Nueva Crobuzón, sus calles sórdidas, sucias, la droga y la desesperación. Respira, vive, crece. La exploramos de la mano de sus habitantes, desde lo más alto a lo más bajo. Su cara más luminosa, pero también la más oscura y desagradable.

Quizá a algunos os eche para atrás precisamente que sea tan distinta, que las espadas y los caballos dejen paso a la investigación y a los trenes. La fantasía está intrínsecamente ligada a unos patrones muy determinados, pero os estaríais perdiendo la posibilidad de leer uno de los mejores libros si no sois capaces de dar una oportunidad al cambio.

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